Tengo un nuevo seguidor, mi hermano...nunca he sido capaz de terminar un proyecto en común, escribió para mí unos cuentos, solamente he podido dar forma a uno de los personajes. Ahora prometo terminarlos.
El Encantador de rayos
Era una tarde de verano tan azul que la señora Katarina, lectora de profesión, se preguntó por un momento si su marido habría empezado a perder facultades.La inquietante idea le sobrevino en el momento inmediantamente anterior a morder una galleta de chocolate y avellana, mientras ojeaba un libro ilustrado sobre la moda femenina de finales del S. XIX en el cual las mujeres habían sido sustituídas por galgos de expresión alegre y coqueta. No habían llegado las primeras migas a caer sobre una pamela violeta con motivos florales cuando oyó el inconfundible crepitar que precede a un gran trueno. La señora Katrina tosió al atragantarse con la galleta (pues siempre que leía comía de forma impulsiva, sin apenas masticar) y su tosido retumbó por todo el salón, por el valle donde estaba su pequeña cabaña, por las colinas que les separaban de la ciudad, y puede que incluso por la ciudad.
-¡El bigote de Proust!, exclamó cuando pensó en la magnitud del rayo que habría provocado aquel estruendo (aunque también por la vergüenza que le producía el haber dudado de su marido, el anciano Josué) y riendo alegremente dádose palmadas en la frente se acercó a la libería del fondo del salón y cogió "por el camino de Swam" , ojeó su cubierta y le dijo :
-Hoy no te escapas, monstruito:es el día...Sentándose sobre la alfombra peluda se dispuso a leer el único libro que había conseguido llenar su alma de esteta de incógnitas y sobresaltos insalvables.
Ya hacía un buen rato que la señora Katrina leía bajo la luz de una vela, cuando oyó cómo la puerta de la entrada se abría lentamente. Una risa de comensal satisfecho, de maquinista cuyo tren se ha echado a volar, de gorrión de dos toneladas, anunció la llegada del anciano Josué, El Encantador de Rayos.
-¿Oíste a la bestia, mujer?, dijo entrando al salón, el pelo encrespado, la ropa hecha jirones y los ojos brillando en medio de un rostro negro como las nubes con que acababa de batallar.
-Oh, sí, sí, sí...
-¿Eso es todo? Era infernal, una verdadera serpiente de fuego.¡He bailado con Zeus y le hecho la zancadilla cuando esperaba un beso!, dijo con los brazos en jarra. Abandonando su aventura de alta sociedad y refinados sentimientos , la señora Katrina se incorporó y contempló a aquel hombre que suplicaba aprobación con cada músculo de su cuerpo.
-Mi tiempo de gladiador, mi salvaje de ojos puros y honestos , le susurró besándole en la mejilla y mesándole la barba cana. Viendo que sus ojos se entornaban adoptando esa forma peculiar de cachorro hambriento de calor, le guió, con un enérgico tirón de mano, hacia el baño.
Más tarde, la pareja se hallaba en la bañera bebiendo a pequeños sorbos un té oscuro y fuertemente aromatizado, regalo de un amigo indio de Josué, y escuchando la voz rota de Johny Cash, cuando el cazador de rayos se irguió sobre el respaldo y , con voz serena , reconoció:
- Ya no estamos en el mundo.En un valle, en un agujero, en una boca que traga sin masticar...Ahí estamos Katrina.
-Bueno, bueno...
-El Dios de la Miseria, quees el único Dios en el que creo (porque lo he visto), puede decirlo: he luchado, maldita sea, contra los piojos, la apatía, el cemento. la crueldad, el desencuentro, la estupidez...Y ahora estoy aquí, repantingado y chocho, complaciéndome de mi increíble sabiduría. Si no fuera por ti ya estaría muerto.
-No eres tan sabio. Alguien sabio no se creería el único dueño de su destino, dijo la señora Katrina recogíendose el pelo húmedo y saliendo de la bañera. Josué, admirando el cuerpo de carnes aún prietas y músculos ágiles de su compañera se echó a reir, una risa de orgullo herido, más catártica que cualquier cataclismo.
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